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Vetusta Morla — Mismo sitio, distinto lugar

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Vetusta Morla
Mismo sitio, distinto lugar

Pequeño Salto Mortal / 2017

Artista(s)

Vetusta Morla

Cuando el sitio es el inicio y el lugar es el porvenir.

No es lo mismo oír que escuchar. De la misma forma, hay una considerable diferencia entre ver y mirar. El condicionamiento que separa a estas cuatro acciones recae en el sentido de la atención, todo aquello que nos atrae por cierta característica que despierta en nosotros, ya sea por su sonido, color o por ciertos recuerdos que nos genera.

La ambigua creencia que sentencia que mirar hacia el pasado es más una afrenta que un comportamiento normal, que al final acaba tachando cruelmente a todo aquel que no olvida por voluntad en un pobre nostálgico que se abstiene a vivir en el presente, acaba siendo un tema de gran amplitud cuando se habla de la música y sus diversos modos de realización.

La pregunta obligada es: ¿Qué hace que nuestro consciente enfoque su atención en todo aquello que nos evoca al pasado? El recuerdo que generan las experiencias pasadas parecen tener a veces varias respuestas que influyen en algunas decisiones de nuestro presente, fungiendo como una pieza perdida de un rompecabezas. Así como la diferencia entre oír y escuchar está más que marcada, resulta ser que un sitio no es lo mismo a un lugar.

Indagando en estos albores vivenciales nos encontramos con la más reciente entrega de Vetusta Morla, banda referente por sus líricas elocuentes, profundamente elaboradas y siempre abiertas a futuras manipulaciones durante sus presentaciones en vivo. Los oriundos de Tres Cantos, Madrid, regresan a las andadas con un álbum que busca orientar sus actuales caminos, pero esta vez volteando hacia sus glorias pasadas. La primera impresión al mirar –no ver– el arte que envuelve a Mismo sitio, distinto lugar es el predominio de color en una especie de retrato de naturaleza, sin saber si es viva o muerta, contrastante con sus portadas anteriores, ante la ausencia de tonos vivos. Sin duda algo distinto se traen entre manos.

Diez canciones que exploran la irreverencia, navegan la conciencia y enriquecen el pensamiento, son el paquete que ofrecen Pucho, David, Álvaro, Jorge, Guillermo y Juan Manuel. El regreso a los orígenes de la agrupación independiente se inaugura con “Deséame suerte”, un salto al vacío que bien podría ser un himno a los inseguros, habidos de tiempo y sobrantes de ansia, por consecuencia ofertantes del primer amuleto que se les cruce encima. Perfecto consuelo para los días de incertidumbre existencial.

Por otra parte, se encuentra “Consejo de sabios” con su belleza lírica, teclados que le hacen segunda a la voz, mientras se alude a una analogía de ave en resistencia, que genera de inmediato la sensación de estar escuchando a un Vetusta más tradicional, con el sello de la casa por delante.

Teniendo en su posesión distintos elementos embellecedores que fungen como innovadores natos y la certeza de una esencia prácticamente probada conjugan la formula de “23 de junio”, un poema fuera de lo convencional, disfrutable en los versos fuertes. Que no sorprenda si surge la necesidad de un replay.

Los caminos que el álbum toma son capaces de satisfacer varias necesidades, resaltando la sátira, la metáfora y la bella prosa a la que ya nos tienen acostumbrados los madrileños, siendo “Palmeras en la mancha” y “Guerra Civil” ejemplos de ello. El punto más fuerte del disco se da en “Punto sin retorno” y “La vieja escuela”, canciones entrañables, capaces de armar una atmósfera a su alrededor, completas, con opción al análisis de sus componentes. Sin duda alguna el circulo se completa con estos dos bellos tracks, confirmando así el objetivo planteado por los músicos y dejando un agradable sabor de boca al final de la reproducción.

El repertorio de Vetusta Morla se fortalece con “Mismo sitio, distinto lugar”, donde se reafirma un gratificante flashback que se compagina con nuevos elementos rítmicos, sin dejar del lado la potencia de una lírica sumamente reconocible. A final de cuentas no es tan malo voltear hacia el pasado, desempolvar ciertas cosas y nutrir el alma para no olvidar. Es claro que para Pucho, David, Álvaro, Jorge, Guillermo y Juan Manuel aquel sitio donde partieron hace mucho tiempo es un fiel servidor de un lugar que se vuelve su porvenir. No es lo mismo ver y mirar, hay que aprender a enfocar.