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King Crimson en el Teatro Metropólitan

King Crimson en el Teatro Metropólitan

Romelia Zúñiga
Cortesía OCESA / Spike Maford

Cortesía
OCESA / Spike Maford

15/Jul/2017

Detalles

Organización

Producción

Ambiente

Lugar

Teatro Metropólitan

Artista(s)

La noche en la corte del Rey Carmesí.

Traté de empezar esta reseña de muchas formas y estilos, pero la realidad es que la historia de King Crimson en mi vida es mucho menos compleja y romántica de lo que me gustaría aceptar. Yo tenía 21, él 29. Yo era ilusa y romántica; él solo me quería utilizar. Caí como las hojas en otoño, como las gotas de la lluvia sobre el pasto, como una joven ansiosa de amar a alguien, de ser querida. Que les cuente el final es innecesario, todos sabemos cómo terminó; lo importante de toda esta lección de vida es que este hombre me dejó las notas de “Epitaph” tatuadas en todas las células del cuerpo. Su banda favorita marcó esa etapa de mi vida y me dejó un dolor dulce, un eco de todo lo que dejaba ir.

Años después conocí al fan más grande del mundo de King Crimson, Emerson Lake and Palmer y Yes. Su pasión por la música me inundó y me llenó de curiosidad para ir más allá de una historia de amor sin final feliz. Fue así como supe que en el Welcome Back My Friends to the Show That Never Ends de Emerson Lake and Palmer, en la canción número cuatro, en el minuto 15:52, Greg Lake perfora tu corazón con su voz al improvisar un pedazo de “Epitaph”. Aunque puede parecer algo tan pequeño, Lázaro, mi amigo, me lo dijo con tanta pasión que aún escucho su voz emocionada contándome este secreto y muchos más acerca de las bandas que cambiaron el mundo al brindar el rock progresivo como tributo a la humanidad.

La oscuridad de la noche de un viernes en la Ciudad de México cayó sobre nuestros hombros. Al acudir a nuestra cita, la cotidianidad de nuestros días se rompió al cruzar la barrera del tiempo y el espacio. 

La marquesina del Teatro Metropólitan relucía y enmarcaba el nombre de la banda británica de rock progresivo para darte la bienvenida a una noche inolvidable. La gente, inmersa en el movimiento rítmico de sus cuerpos, corría a sus lugares. Las luces enfocaban un escenario sencillo con fondo de tela azul, tres baterías y una tarima para los demás instrumentos.

Se hizo la luz, se creó la tierra y el espacio. Ocho seres envueltos con clase salieron al escenario para que tres mil personas se levantaran de sus asientos a aplaudir a King Crimson, a su leyenda y legado. Pat Marselotto, Jeremy Stacey, Gavin Harrison, Mel Collins, Bill Rieflin, Jakko Jakszyk y el rey Robert Fripp estaban frente a nosotros.

“Larks' Tongues in Aspic, Part One” empezó mística y desató la bestialidad y perfección de “El Rey Carmesí”. Todos teníamos ganas de inmortalizar ese momento en nuestros celulares; pero, la banda nos dio una lección y tuvimos que aprender a vivir el momento, a expandir nuestra mente, a poner atención y guardar los detalles más preciados en nuestra memoria de neuronas. Los celulares estaban prohibidos; los enormes elementos de su equipo se encargaron de que se cumpliera la orden.

Una a una pasaban las obras de arte de la banda por nuestros oídos. Las tres baterías en conjunto, sonaban tan cercanas, tan iguales, que enchinaban la piel, y los restantes sentidos. El sonido de la flauta te transportaba a un mundo paralelo, otorgaba parsimonia al momento. La guitarra de un Robert Fripp estoico contaba historias perfectas y exactas. Cerré los ojos mientras que “Neurótica”, “Cirkus” y “Prince Rupert Awakes” hacían su aparición. No necesitas ver a King Crimson para vivirlo, puedes oírlo, sentirlo; degustarlo.

“Hell Hound of Krim”, “Red", “Fallen Angel”, “Islands” y “Larks' Tongues in Aspic, Part Two” continuaron con la magia de la noche, brindándonos la oportunidad de poder presenciar su ejecución sublime, envuelta en un vaivén de sonidos, ritmos, y emociones.

El intermedio de 20 minutos llegó en buen momento para prepararnos para el siguiente round. Los mortales no podemos escuchar y digerir de golpe algo tan magnificente.

La segunda parte del show comenzó surrealista y ecléctica. Canciones como “Indiscipline”, “Bell Hassle”, “Easy Money” y “Sailors Tale” nos envolvieron en un momento de conciencia pura, de elevación mental y espiritual, de éxtasis absoluto. ¿Por qué no todos son afortunados y pueden presenciar tan exquisito show?

Para cerrar tres horas de magia y esplendor, el paso lento de “Starless” y el sonido melancólico de la guitarra inundaron mis ojos. “In The Court of the Crimson King” estalló y todos corearon como si su vida dependiera de ello, alzaron las manos en alabanza y yo me emocioné mucho al presenciar la interpretación de la canción de un disco que cambió el rumbo de la historia de la música. “Heroes” de David Bowie interpretada por el guitarrista original ¿qué más puedo pedir?–. “21st Century Schizoid Man” para dar la estocada final a una noche llena de virtuosismo y divinidad.

Diría mi querido Lázaro: "King Crimson es la cúspide de todo".

Romelia Zúñiga

REDACCIÓN:

Romelia
Zúñiga

Cortesía OCESA / Spike Maford

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OCESA / Spike Maford