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Nrmal 2017: Día 1

El arte sin muros en el primer día de Nrmal 2017.

A veces parece que el mundo cada vez se cierra más; muros se construyen, el dólar sube. Al poniente de la ciudad, en un deportivo del Estado Mayor, un festival de origen regiomontano regresó a demostrar que el arte no sabe de fronteras. Festival NRMAL celebró la primera jornada de su octava edición, una tarde donde la diversidad de sonidos fue el plato fuerte.

El cielo de la Ciudad de México se llenaba por momentos de nubes, pero la lluvia no aparecía. Después de una semana de constantes duchas, parecía que seríamos absueltos. Desde temprano el Deportivo Lomas Altas recibió a sus primeros asistentes. Un espacio abierto, tres escenarios, refresco de cola gratis, cerveza fría, pero no para cualquier bolsillo ( 120$ la doble) y un extenso food court con mercado gastronómico conforman uno de los festivales más sencillos y necesarios en la ciudad.

Aún no daban las 2:30 de la tarde y una chica morena con chamarra de mezclilla y gafas rojas redondas apareció en la carpa azul. Vibrantes ritmos y un tono R&B le comenzaron a dar color a la tarde, Girl Ultra, chica capitalina que no hace mucho comenzó a rodarla por su cuenta, compartió rolas como “Cruel” o “Deberías” a los asistentes que lograron vencer al tráfico y a los “precopeos” para llegar temprano.

Mientras tanto, en la explanada principal del festival, Pirámides hacía lo propio, atrayendo a una gran cantidad de curiosos a su manufactura de sonidos. El acto de los chicos de Monterrey ayudó a darle vida a su sutil uso de pedales para crear capas. Durante su acto, la gente continuaba aterrizando en el venue, dando la vuelta por los stands de La Roma Records y la mesa de merch.

La carpa que se ubica a un costado de los dos escenarios principales comenzaba a prenderse con la aparición de un grupo de hip-hoperos saltando de un lado a otro. FNTXY & Yoga Fire agitaban el ánimo con rimas y auto tune, haciendo sacudir a los presentes. NRMAL comenzaba a inyectarse de adrenalina, sin embargo uno de los actos a presentarse en el Reverberation Stage, le daría al festival su primer momento memorable.

Trementina llegó a ser uno de los sonidos más agradables al calor de la tarde; su shoegaze plagado de fuzz, sazonado con la voz desafiante de Vanessa, cautivó al público, que se derritió al momento que la vocal mencionó “Somos Trementina, somos de Chile”. Un rico set dio paso a la artista austriaca, Dorit Chrysler, quien convirtió el Deportivo en un laboratorio de sonidos. El ánimo de la gente era tal que la chica expresó “están interfiriendo con mis ondas” refiriéndose a su uso del theremín (instrumento de antenas que usa con el movimiento de sus manos).

El día caía como un tren en picada y el ambiente cada vez subía más de tono. Para el momento en que Clubz comenzó su set, el sol ya se había ocultado. El dúo regiomontano repasó su catálogo que ha venido cocinando desde hace tres años, acompañados de músicos, entre los cuales, un dulce sax destacó en “El Rollo”.

A partir de ese momento cada acto parecía explotar la noche cada vez más. Jesse Baez ocupó la carpa roja en un set lleno de cachondeo y beats. El guatemalteco demostró el control escénico que tiene y dejó a la gente satisfecha. En la explanada principal, el público comenzaba a ocupar su lugar para ver a los actos más esperados. Porches llegó a llenar el ambiente de sonidos ochenteros melancólicos. Aaron Maine creador del proyecto, se dijo complacido con la respuesta de la audiencia mexicana y estrenó un par de canciones, a parte de tocar rolas como “Car” y “Underwater”.

Tasha The Amazon e Ikonika levantaron con trap y beats cadenciosos la carpa roja que para ese entonces estaba en llamas, fundidos en una fiesta triunfal y calurosa. En el escenario azul, The Brian Jonestown Massacre forjaba en una realidad distinta, dando cátedra de sonidos a un público extasiado con cada tinte psicodélico de su presentación.

La primera jornada del Festival NRMAL fue de menos a más, llegando a un momento de plena explosión con proyectos de diversas procedencias e influencias. Fuera hip-hop, shoegaze, synthpop o experimentaciones sónicas, el festival nos recordó que el arte no se divide en fronteras, sonidos, color de piel o lenguas.

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