Deadpool

¡Que traigan las malditas chimichangas!

Al ver al protagonista de una película de superhéroes utilizando un atuendo vistoso y preparándose para patear algunos traseros, es común imaginarse que se trata de un tipo valeroso y con buenas intenciones, dispuesto a hacer lo que sea para mantener a salvo a quienes más lo necesiten. Pero Deadpool, en realidad, es un antihéroe sarcástico, mentalmente inestable, letal y violento que se dedica a exterminar a tipos malos por razones egoístas, motivado por la venganza.

Wade Wilson es un hombre entrenado para el combate cuya vida sin sentido cuando conoce a una mujer que lo acepta tal como es. Las cosas se complican para él cuando se entera que tiene cáncer, y acepta una propuesta para participar en un experimento que supuestamente lo curará. El personaje adquiere increíbles habilidades que lo hacen prácticamente indestructible, aunque queda deforme. Decide hacer algo al respecto, convirtiéndose en el inestable y divertido Deadpool.

Deadpool es un gran filme que cuenta una historia redonda de principio a fin, sostenida en un guión bien estructurado y desarrollada con un buen ritmo. Ryan Reynolds se luce en el papel de “mercenario bocón” haciendo suyo al personaje. Los personajes secundarios complementan cada una de las escenas donde participan.

Pero pasemos a los puntos malos de la cinta:  el exceso del CGI y la falta de presencia de los antagonistas, quienes parecen estar ahí de relleno. Afortunadamente, esto no afecta mucho al resultado final,  realmente disfrutable.  

Hay películas que han reinventado la forma de contar historias inspiradas en cómics en la pantalla grande como Deadpool, presentándonos un protagonista diferente a los que estamos acostumbrados a ver en producciones similares.

Deadpool es una cinta llena de acción, violencia explícita, humor negro, lenguaje vulgar y una enorme cantidad de referencias a la cultura popular.  Se trata de un nuevo paso en el cine de superhéroes.